domingo, 21 de septiembre de 2014

¿Cómo está profe?


Omar Messon, profesor, abogado, escritor
Esta tarde me toca la maestría de ceremonias del acto de elevación de grado de los estudiantes del colegio Luis Hess (Colegio de los Judíos). He realizado en mi vida cientos de maestrías de ceremonias, pero ésta es para mí muy importante porque cada año hago llorar de emoción a los estudiantes, muchos de los cuales son mis alumnos porque comencé a impartir docencia en este centro educativo a la edad de diecisiete años y todavía me creo maestro del mismo. En este centro he impartido casi todas las materias: historia, geografía, literatura, lengua española, matemáticas, formación humana y terminé hace unos años impartiendo educación cívica, materia para la cual preparé cuatro libros con los conocimientos esenciales que yo entendía debían tener mis estudiantes. Estos libros no llegaron a aplicarse porque en el año en que los escribí me vi forzado a dejar la educación por problemas de choque con mi horario de oficina, pero están ahí para algún día ponerlos en ejecución. Me duele tanto ver a maestros que juegan con la educación de nuestros hijos, me duele ver que el nivel de cultura general del profesorado sea tan bajo, me duele que los profesores no lean, que tomen tan a la ligera ese sagrado deber de enseñar, me duele que los supuestos maestros de literatura no tengan una biblioteca en su casa, que no hayan leído las obras esenciales de la literatura universal, me duele que los maestros busquen una pensión cuando apenas comienzan a aprender. Por esto, cuando la vejez me llegue, que está ahí, a la vuelta de la esquina, solamente aspiro a que me den una barra de tiza, una pizarra y unos alumnos para acabar felizmente mi vida haciendo lo que más aprecio: dar clases. He recibido muchos reconocimientos y premios en mi vida: como escritor, como intelectual, como comunicador, como munícipe distinguido, como abogado y como notario, como activista social, pero mi mayor premio y reconocimiento es andar por las calles y encontrarme con hombres y mujeres, muchos de ellos profesionales, que me saludan con un: ¿cómo está profe?

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