jueves, 2 de julio de 2009

CARTA ABIERTA AL NIÑO DE LOS CUENTOS



Querido Niño:

Me dirijo a ti, porque tú representas ese grupo especial que hacemos objeto de nuestra creación, sumado al otro, ése formado por padres, maestros, tíos... sostén inigualable de tu nutrición y crecimiento;

Dime querido Niño de los Cuentos, una vez establecido que tú eres imprescindible a la infancia como el propio juego, pues ninguna imaginación se desarrolla sin el aliento nuevo que llega tras contar con palabras en el arrullo suave de una voz... ¿cómo sabremos cuándo y cómo; cuáles y por qué, entre todos los que te igualan, algunos tocan el alma y otros apenas los pies?

Uno, dos, tres... Lo sé. Desde el origen, atendiendo a esta necesidad de comunicar, de decir, de computar, de hilvanar un hecho tras otro... los humanos hemos querido trascender contando, adormeciendo el tiempo con la repetición de la realidad ahora con palabras o sonidos, ensanchándola, adornándola con los recursos ilimitados de la imaginación o el ingenio.

Nadie mejor que tú inspiró a JANOSCH, autor de libros infantiles al expresar: "Es bello inventar historias, precisamente porque en ellas puedes imaginarlo todo, todo lo que tú deseas vivir, dónde quisieras encontrarte alguna vez, y no hay ninguna frontera infranqueable, ni ningún final. En tus historias tampoco hay nada que no pueda pasar".

¿Y quién lo duda? Sea en lenguaje mímico, oral, escrito, cibernético... si nos queremos comunicar, lo importante es expresar lo que sentimos de corazón asistidos por la imaginación.

¡Aaaah! ¡Qué adorable mezcla de ficción y verosimilitud.

Niño de los Cuentos, ¡Qué difícil es definirte! ¿Eres o no Eres? Y si así resulta para los seres ya formados, para estos que están en formación... ¡qué lío!

No en vano, muchos optan por resaltarte en dos aspectos: como relato fantástico y como narración literaria de corta extensión. Al menos es un camino, pero suena complicado ¿no? Yo sé que a ti no te gustan otros nombres. Tú te llamas CUENTO, no importa si te unen a cómputo, a computare o a contar, lo que en tu esencia está.

¿Cómo te hemos de definir? ¿Cuáles son tus características? Primero, eres una creación literaria de forma narrativa, descriptiva y muchas veces dialogada. Casi siempre tienes carácter dramático y estás escrito en prosa, pero cada vez eres más divertido, y de vez en cuando sí, sale un cuento en versos.

De corta extensión, ¡ummm! Tu brevedad parece ser lo principal, en tu, digamos, personalidad. Eso no te lo despinta nadie. Si te pasas, ya eres relato o noveleta. Pero además, tú no eres realista del todo, abrazas denodado la ficción y eso a nosotros, nos cae de maravillas, porque ¡qué aburrida la vida sin ese vuelo de la imaginación y la fantasía!

¡Oh, amigo! Desde que naciste en el antiguo Egipto, has estado poniendo a prueba a tus oyentes, a tus lectores, jugando con su embelesamiento, distrayéndolos y suministrándoles la más entusiasta diversión! ¡A veces angustias; y hasta lágrimas si hay un buen interlocutor!

El Pantchatantra, Calila y Dinma, Las Mil y Una Noches... primeras manifestaciones de ti, como cuentos escritos.

Claro que no se me olvida mencionar que una de las cosas que más te gusta, algo que resulta realmente diferenciador para llegar al corazón de lectores, es acompañar tu discurso literario con otro discurso, ¡pero visual! ¡Ay, esas ilustraciones que tanto expresan con sus líneas agraciadas y colores, o esas viñetas, a veces simples siluetas a un color, resultan tan queridas para el objeto impreso en que te conviertes.

Algo que no podemos discutir es que revelas una síntesis digna de admiración y aquí hay que recordar a tus padres: Poe, Juan Bosch, Quiroga, Virgilio Díaz Grullón... ¿Tus elementos? Bueno, los personajes, el ambiente o atmósfera, la trama, la intensidad y el tono ¿se me olvida algo?

Y si te empeñas, sí te recuerdo. El diálogo, ese constante respaldo a través de las palabras, descritas por el narrador o puestas en boca de tus personajes... predominio eficaz que te diferencia del resto, Niño de los Cuentos.

Tu estructura, columna vertebral. Lo primero que hay que preservar es tu unidad narrativa, la que te recorre y da coherencia. Siempre formada por la introducción o exposición, el desarrollo o nudo y el desenlace.

La introducción esboza, así rapidito, sin entrar en detalles, los personajes, el ambiente y unas cuantas frases para esquematizar la acción y dar origen a la trama.

Luego, expones el problema que hay que resolver ¡Unjú! Ese es el nudo o desarrollo que viene a ser el planteamiento de la cuestión. Ya lo decía Juan Bosch, sin problema no hay cuento.

Así avanzamos en intensidad, interesamos más y más y más y llega el punto culminante: ¡el climax! y entonces, bajamos poco a poco, paso a paso, hecho a hecho para recobrar la respiración y entonces llegamos al...

...desenlace. Se nos resuelve el problema, todo queda explicado, el conflicto deja de serlo, el nudo se desata ¡volvemos a respirar!

Sí, sí, tú tienes razón. A veces, los escritores hacemos del asunto un punto lírico y nos importa muy poco que ocurra algo realmente importante, pero tendrás que admitir que algunos salen muy bien ¿no? Lo sé, tú prefieres la acción. Eso es así, para el gusto se hicieron los cuentos.

¿Que te diga de los personajes? Bueno, tú mejor que yo lo sabes. Ellos adoptan todas las gamas de la realidad y de la fantasía. Claro, a nosotros nos dejas la coherencia entre la conducta y el lenguaje de cada uno. Sus pensamientos y sus intenciones. Corresponde al perfil psicológico del, digamos, actor o actriz, su forma de expresión. Eso se nota muy bien en las fábulas donde damos a los animales y cosas cualidades humanas. Pero en general, los cuentistas tenemos que presentar, con unos pocos trazos, a nuestros personajes de manera que queden bien definidos, física y anímicamente, por razones de brevedad.

Del ambiente, sé que es el lugar físico donde se desarrolla la acción dentro de ti. Los escritores gastamos pocas líneas a veces en establecer dónde y cómo, en aras de la universalidad, pues un ambiente muy local es desconocido para grandes públicos.

Diremos del tiempo, ya sabes que es la época en que se realizan las acciones narradas. También en ti es característica que esto sea breve. Salvo en La Bella Durmiente donde esa muchacha dura cien años ahí esperando al Príncipe... ¡Y se dice tan rápido!

Por atmósfera no me preguntes, pues desde siempre el mundo singular en que suceden las acciones es particular, único, casi encierra el estilo del autor, diría yo. Ahí se tiene que transmitir el estado emocional que privilegias tú. Puede ser de misterio, de suspenso, de humor, de melancolía, como verdadera cadena de acciones y estados de conciencia ocurridos en el espacio temporal. Desde la mente de un personaje, hasta la intervención del narrador, omniciente, testigo, todo sucede ahí.

Lo contrario del tedio es la intensidad, obliga a eliminar todo lo supérfluo, lo que no añade nada a la idea principal, a su desarrollo ¡Nada facil! Bueno, Voltaire lo dijo: "El secreto para ser aburrido es contarlo todo".

Tensión es sujetar al lector de la mano y vincularlo con la acción. Por eso es que los grandes maestros afirman que tú eres importante desde la primera frase, pues si el lector, el oyente, no engancha, la atención se irá para otro lado y adiós clima, adiós!

Finalmente, el tono. Nace de la forma en que los escritores abordamos nuestro cuento. Nuestra actitud hace que tengamos un tono humorístico, dramático, alegre, triste, irónico, generoso...

Y si tú insistes, habrá que dividirte por categorías. Primero, los orales y los escritos. También los escritos en versos y los que nos llegan en prosa. Están los cuentos populares, los folklóricos, los literarios, los líricos, los de aventuras o acción, los didácticos (¡puaf!) los moralizantes (¡huag!), los fantásticos, poéticos, realistas, clásicos, modernos... ¡Qué versátil eres, caramba!

Pues, a decir verdad, casi no hay diferencia entre la literatura con adjetivo (infantil y juvenil) y la otra. Las mismas reglas funcionan para las dos... ¡Pero si seré tonta! Es simplemente un rasgo, tal vez. Si en la mente de un niño la realidad se funde con la fantasía y la culminación de un buen escritor es lograr la verosimilitud, entonces, ¿no será que entre el cuento infantil y el cuento para mayores, la única diferencia es que en los primeros el predominio de lo maravilloso lo hace todo, todo posible?

Piénsalo: Hay gigantes, dragones, Juan Bobo y Pedro Animal, Cucarachas que se casan con ratones; ratones que se apellidan Pérez, una señora de pies de barros que se llama Catilanguá Lantemué, un chico que siembra una habichuela y ésta crece hasta llegar al cielo, un gigante con una gallina que pone huevos de oro, unos niños abandonados por sus padres que encuentran la casa de golosinas de la bruja del bosque; un patito que se convierte en cisne, un gato que llena a su amo de riquezas, un hermano menor que siempre pasa todas las pruebas; el emperador que sale con un traje invisible, la bruja que envenena a Blanca Nieves; la Bella que ama a la Bestia, Barba Azul que asesina a sus mujeres por desobedientes; Peter Pan que conquista la Tierra de Nunca Jamás... la hermosa rubia que hace subir a su princepe por la escalera de su cabellera, un pez que es bombero y toca la trompeta, un carrito que sube paredes, un fantasma que se vuelve monstruo por los errores ecológicos de los seres humanos... un duende de nombre difícil que quiere quedarse a toda costa con el primogénito de la Reina, nadie sabe para qué.... ¡Oye, que la imaginación está desbordada! ¿Y cómo no va a ser así, si las niñas son capaces de convertir en muñecas fracos de perfume y los niños hacen de un palo de escoba un hermoso corsel?

Concluyo que un cuento destinado a los seres en formación tiene su propio universo. Allí conviven seres con poderes sobrenaturales, allí se concatenan hechos hilados por la magia. Ahí no valen las clases sociales, el plebeyo conquista a la princesa o viceversa, un Julián Chiví se casa con una jaiba y fundan casa en la Luna, o igual un barco y una estrella, un dinosaurio tamagochi sale a comer guineos o plátanos por las noches...

En ti reina lo extraordinario. De nuevo recuerdo a Juan Bosch: La esencia de describir un hecho que tiene indudable importancia y no cualquier hecho, no cualquier suceso.

También lo dice Julio Cortázar al enfatizar la intensidad (la eliminación de todo lo supérfluo) y las descripciones detalladas. Es esta armonía entre tensión e intensidad lo que finalmente hace un buen cuento; todo el esfuerzo para mantener al lector, al oyente, casi en vilo hasta que se resuelve el conflicto.

Querido Niño de los Cuentos, te quiero más artístico que didáctico, y sabes bien que me refiero a que el autor debe despojarse de toda intención de enseñar. Se aprende contigo indirectamente y eso es maravilloso. Así te siento y así te disfruto. A mi aire.

Lo que alabo en ti es que nos dejas ser y sabes que en la mente de un adulto que escribe para niños, existe otro niño que no ha terminado de crecer, que no ha dejado de sentir muuuucha curiosidad, y no permite que el mundo se convierta en algo real y tangible, por lo que puede reconstruirlo de arriba a abajo y aferrarse a esa porción de vida que le hace cómplice infinito de los lectores en la aventura de una humanidad que imaginamos ¡Bendita sea! ¡Buena, Nueva, Justa y en Paz!

Me despido, Niño de los Cuentos con los versos de José Agustín Goytisolo en el hermosísimo Palabras para Julia, donde une dos mujeres: Su madre muerta en un bombardeo franquista y a su hija, dos generaciones y una esencia de mujer. Nadie tiene la verdad, pero cada quien tiene un poquito entre los dedos, no hay infancia amorfa y general. Lo que funciona para mis hijos no será igual para los hijos de mi hermano. Serán los hijos de cada uno de nosotros, con sus genéticas, sus religiones, sus nombres y sus sonrisas, pero sobre todo, con esas miradas limpias hacia el futuro buscando la propia voz en todos los cuentos leídos.

"No sé decirte nada más,

pero tú debes comprender,

que yo aún estoy en el camino,

en el camino".

José Agustín Goytisolo

TQM

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