domingo, 24 de mayo de 2015

Imaginación y estilo en la creación de sueños para la gente menuda por José Rafael Lantigua

Hans Christian Andersen fue un niño que vivió gran parte de su infancia sin ninguna protección familiar, debido a la muerte temprana de su padre y a unas segundas nupcias de su madre que decidió atender más a su marido que a su imberbe criatura.

A los catorce años, aquel jovencito hijo de un zapatero remendón, no sabía aún leer ni escribir y se sostenía mendigando en las calles de Copenhague. A pesar de estas circunstancias, Andersen comenzó a colarse en las representaciones teatrales de la época y, a partir de los parlamentos que escuchaba pronunciar a los actores, comenzó a forjarse una educación autodidacta. Tenía, obviamente, condiciones naturales, dones y atributos que llegaron en sus genes, lo que le permitió convertirse al cabo de los años en escritor, y no en un escritor cualquiera porque manejaba varios géneros: la poesía, la novela, la dramaturgia y el cuento. Y en este ejercicio aprendido sin orientación alguna, salvo su propio instinto creativo y su fabulosa imaginación, pasó a ser al paso del tiempo el escritor danés más admirado y el más representativo de su país.

Andersen vivió en la pobreza, fue un joven de vida callejera y solitaria, sufrió siempre los embates de las carencias económicas, pasaba hambre y no tenía suficiente protección durante los duros inviernos. Para colmo de males, sus biógrafos afirman que carecía de buena presencia física. A pesar de todas estas condiciones adversas, el escritor danés, en vez de envolverse en un halo permanente de pesimismo, frustración, desolación y tristeza, optó por descubrir la belleza que se encontraba a su alrededor, y como consecuencia de esa observación rigurosa y tenaz, acabó creando una de las literaturas más extraordinaria para niños, jóvenes y adultos que se conozca, dejando una estela creadora que resulta totalmente indispensable como referencia fundamental en la literatura infantil de todo el universo.

A diferencia de Andersen, los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm, que han pasado a la historia simplemente como los hermanos Grimm, vivieron una vida holgada y cómoda, hijos de una familia de burgueses intelectuales de un pueblito alemán, donde desde temprana edad comenzaron a manifestar condiciones excepcionales como escritores y artistas. Suele mencionarse solo a los dos escritores, pero fueron tres hermanos. El tercero fue un destacado grabadista y pintor. De modo que, contrario a Andersen, tuvieron formación en el hogar y en la escuela para aprender el oficio de la escritura y conocer los valores del arte.

Vivieron desde jóvenes ejerciendo de ratones de biblioteca, llegaron a ser profesores universitarios y uno de ellos alcanzó incluso un escaño en el parlamento alemán. Su formación fue tal que hoy no se les recuerda solamente como escritores importantes, sino que gracias a sus investigaciones lingüísticas ambos son considerados los fundadores de la filología alemana. A los treinta años de edad, ya eran famosos por sus libros. Supongo además -porque sus biógrafos no dejan esta constancia- que no poseían la fealdad parece que demasiado impactante que acompañó siempre a Hans Christian Andersen.

¿Qué une, a pesar de sus diferencias sociales, humanas, educativas y hasta físicas a estos tres personajes de la literatura universal? La imaginación creadora. Uno a solas, los otros a dúo. ¿Qué aspectos los identifican y los distancian entre sí? Ambos -hablemos de los hermanos Grimm como una sola entidad- crearon cuentos que han poblado por largas décadas la imaginación infantil, pero ninguno de ellos inventó sus personajes y sus historias pensando en la gente menuda. Cosa curiosa, pero real. Uno, Andersen, extrajo sus historias de sus duras vivencias infantiles y de la realidad observada. Un pensamiento suyo muy conocido retrata su ejercicio en la escritura: "De la realidad nace precisamente el cuento más asombroso". Los hermanos Grimm escriben y divulgan sus relatos en un momento difícil de la vida alemana. Cuando Prusia fue invadida por el ejército napoleónico, los dirigentes alemanes clamaron por la defensa de la identidad nacional, instando a la resistencia conforme los valores históricos e identitarios del orgullo y el nacionalismo alemán. Los hermanos Grimm hicieron su aporte para reforzar este ideal que tuvo un carácter popular, creando sus cuentos que más tarde se convertirían en historias fundamentales de la niñez de todo el mundo.

Los cuentos de Andersen, nacidos de la pura realidad, no contienen un lenguaje que toque directamente la imaginación y la sensibilidad de la gente menuda. Son relatos para que la gente adulta -aunque no fuese ése el propósito del escritor danés- los lea, los rememore y los consuma como historias propias frente a sus hijos. La lectura de "La familia feliz", "En el corral de los patos", "El patito feo", "Juan Patán, "Pulgarcita", "El firme soldado de plomo" o "La reina de las nieves", nos convencerá de que están redactados en un lenguaje que ningún infante ha de comprender con facilidad. Con los años, estos relatos fueron siendo modificados para historietas y para hacerlos más comprensibles a los niños, que al final terminaron recogiendo esas historias como parte de su imaginario.

Los cuentos de los hermanos Grimm exhiben un estilo y un lenguaje directamente más en consonancia con los adultos. De hecho, no eran cuentos para niños. Contenían originalmente escenas de extrema dureza, incluso alusiones sexuales. Los Grimm traían en su imaginación influencias de lecturas diversas. No eran tan espontáneos como Andersen, que no tuvo vivencias lectoriales tan determinantes, salvo las que el teatro les enseñó de forma directa en las representaciones a las cuales acudía en su tierra natal. Andersen y los Grimm tienen pues estas coincidencias: no escribieron para adultos y con el discurrir de los tiempos sus cuentos sufrieron adaptaciones para que fueran de consumo infantil. Los de Andersen empero mantuvieron su pureza original. Los de los hermanos Grimm perdieron sus impurezas originales. Empero, toda la obra literaria de los Grimm forma parte de la vida y la historia personal de cada niña o niño que puebla su imaginación y sus fantasías con los relatos de Blancanieves, La cenicienta, La bella durmiente, Pulgarcito y Hansel y Gretel. Tan para adultos quisieron que fueran los hermanos Grimm estas historias, que no consintieron en principio que sus libros fueran ilustrados. Solo al cabo de los años, cuando se hicieron inmensamente populares, aceptaron que su hermano grabadista ilustrara las ediciones de esos relatos.

Estos breves apuntes sobre dos capítulos señeros de la producción de cuentos infantiles de la literatura universal, sirven para demostrarnos cómo la realidad y la fantasía, o sea, la observación de la realidad como fuente nutricia para la creación literaria, y la pura fantasía o la imaginación creadora como vehículo para forjar un mundo nuevo en la mente de los lectores, adultos, jóvenes o infantes, son elementos de diferente contenido y alcance que se acoplan al propósito de posibilitar un espacio de ensueño y reflexión, de diversión y entretenimiento didáctico para la gente menuda.

Pero, al mismo tiempo, nos muestra como una historia, cualquiera que fuese, no necesariamente tiene que dirigirse a la niñez para convertirse en un instrumento educacional o de desarrollo de la imaginación y la inteligencia en los infantes. Los cuentos infantiles más extraordinarios y los más populares, para llamarlos de alguna forma, no fueron escritos directamente para los niños sino para adultos. Los adultos se encargaron de transformarlos para contárselos a los niños. Y el resto lo hicieron los libros ilustrados, los comics, los dibujos animados de la tevé, y el cine. Y, por supuesto, ya que no podemos ignorarlo, la magia mercadológica de Walt Disney que hizo de los cuentos de los hermanos Grimm toda una epopeya de la imaginación y la fantasía que a niños y adultos nos encandila sorprendentemente.

¿Existe por tanto un estilo y un lenguaje para la literatura infantil? Por mucho tiempo, he creído que sí. Y con los años me he convencido que no, necesariamente. Pretender el aprendizaje, la creación o el sostenimiento de un lenguaje para infantes en la generación de relatos infantiles restringe la capacidad imaginativa del escritor, o sea del hacedor de historias, y coloca un dique limitante al desarrollo volitivo y creativo del infante. De modo que creador y receptor se ven compelidos a adaptarse a un lenguaje que intenta fraguar la sencillez del relato bajo el entendido de que la comprensión de los infantes será unánime, pero que puede coartar su capacidad imaginativa y el enriquecimiento mismo de su vocabulario, que es otra tarea implícita en la forja de historias infantiles.

¿Quiere decir esto que afirmo que no es necesario crear relatos para niños en lenguaje propio para ellos, que es un lenguaje de vocablos y explicaciones limitado? No. Entiendo que hay escritores que producen cuentos bajo normas lingüísticas de apreciable sencillez, que son singularmente ejemplares. Pero, no necesariamente ésta debe ser una norma general. A partir de Andersen y los hermanos Grimm se demuestra que se puede crear un mundo de imaginación para los infantes con un lenguaje que enriquezca su forma de conocer el mundo y la realidad, o de generar una fantasía tan necesaria en los años cortos de la vida a través no solo de vocablos o estilos de expresión, sino también de historias que han de ayudarle a desarrollar la inteligencia y la visión del mundo y sus caminos múltiples.
Ya sabemos que Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm no escribieron sus famosos relatos "infantiles" para la gente menuda. Del mismo modo, hemos intentado explicar que no es necesario escribir un buen cuento para niños con un lenguaje y un estilo determinados. Voy a escoger cuatro ejemplos de escritores dominicanos de literatura infantil para evaluar las configuraciones estilísticas correspondientes. Me acojo a un relato formidable de Margarita Luciano, titulado "El colibrí":

Por los caminos del monte las flores cansadas comenzaron a deshojarse; el sol se acostaba cada vez más tarde y se levantaba cada día más temprano. Por eso, el colibrí trabaja intensamente. Sus días se hacían laaaargos y sus noches cortas.

La sola frase inicial de este relato retrata a una escritora con condiciones relevantes para la creación de historias infantiles. Pero, si seguimos leyendo este cuento encontraremos que la autora busca enriquecer el vocabulario de los destinatarios de su creación con vocablos o lexemas que no pertenecen directamente al escenario lingüístico de la gente menuda. Y, al mismo tiempo, produce explicaciones dentro del texto que en nada limita el discurrir narrativo, por el contrario lo enriquece. La autora hace uso continuo de la onomatopeya, "palabra cuya forma fónica imita el sonido de aquello que designa", en un relato que tiene claramente un objetivo didáctico. Adicionalmente, utiliza la prosopopeya, otorgando de manera muy bien delineada cualidades humanas a los pajaritos convidados a ser parte de esta narración. Si buscamos algo más en este texto narrativo, podríamos darnos cuenta de cómo la prosodia juega un rol de primer orden, porque una vez el lector infantil escuche o lea este relato habrá de verse obligado, con la compañía de un instructor, en la escuela o en el hogar, a aprender la correcta pronunciación y acentuación de las palabras. Margarita Luciano concluye su hermoso cuento de esta forma:

El colibrí se sintió contento de conocer otras aves parecidas a él, a las que invitó a quedarse a vivir en su árbol. Ellas, complacidas, aceptaron la invitación. Es por eso, que, a partir del día del eclipse, una bandada de colibríes, cada mañana besa las flores, produciendo el milagro de ver nacer en cada temporada una montaña de flores y de escuchar en cada nido, el piar de pequeños colibríes. Por eso, de cuando en cuando, el pícaro sol se esconde para que el amor renazca.

Margarita Luciano escribe un relato donde se congregan varios elementos. Es un texto que domina y sitúa fielmente los vocablos que exigirán del niño un aprendizaje de la lengua; la autora crea un espacio imaginario para el lector infantil; su riqueza poética está destinada a movilizar la dinámica sensorial y a crear un derrotero espiritual en la vida del niño, y finalmente, el vocabulario empleado en el relato enriquecerá y elevará la calidad de sus conocimientos lingüísticos con los que podrá expresarse más correctamente en el futuro inmediato. Este es pues un vivo ejemplo de un cuento infantil donde se conjuga el lenguaje propio para infantes con el léxico y el sentido poético que no les pertenecen per se, pero que puede insertarse para lograr una sustancial elevación de su lenguaje y de su imaginación.

Selecciono otro ejemplo de un escritor infantil y juvenil bien establecido, César Sánchez Beras, cuya sola conversación personal delinea el perfil de un apasionado servidor de historias para la gente menuda. De su relato "La leyenda de las ciguapas y el llanto cemí":

Hace muchos, muchos, muchos, muchos, muchos años, en un lugar del continente americano llamado El Caribe, comenzó una leyenda que llega hasta nuestros días. La historia la contó el abuelo del abuelo del abuelo del abuelo del abuelo de mi abuelo.

Cuenta esta historia que en este lugar no habían habitantes humanos. Solo estaba poblada por animales de aire, como la Cigua Palmera, la Garza Real, la Gallareta, el Barrancolí y el Madam Sagá. También existían animales de la tierra, como el Hurón, el Guanajo, la Iguana, y animales del agua como el Manatí, El Dajao, la Cajaya, la Caguama y la Tonina.

Sánchez Beras escribe directamente para un infante. Busca dar a entender al niño una historia que tiene historia, larga, que viene transmitida oralmente entre varias generaciones. Y, luego, nombra una fauna criolla que introducirá al niño en el conocimiento de este aspecto de la naturaleza de su patria. Todo el resto del cuento está destinado a explicar los resortes de esa leyenda, con un lenguaje que toca directamente la sensibilidad y el conocimiento del infante, y que se completará con un vocabulario básico. El relato es pues, puramente de corte infantil por su lenguaje y contenido, y claramente de orden didáctico por sus objetivos.

He aquí otro ejemplo: "El camino de la libertad" de Lucía Amelia Cabral, en el cual valoro cinco fundamentos. Primero, es un relato largo, no un cuento corto y simple. Segundo, contiene una historia con un claro fin moralizador. Tercero, el lenguaje mezcla la impronta infantil con la composición del vocabulario adulto. Cuarto, las ilustraciones juegan un rol en la edición del relato, de modo que cuando el infante tiene el libro en sus manos puede ayudar su imaginación a producir una lectura comprensiva del texto. Y, quinto, el estilo poético lo convierte en un escalón de belleza que eleva la calidad de la creación. Al exponerse visualmente en compartimentos estancos, conforme el criterio editorial con que se concibe el relato como libro, "El camino de la libertad" contiene características poco comunes en la literatura infantil dominicana.

Desde arriba, el camión parecía pequeño.

Su soberana capota de yagua y la vara de caña que le servía de antena llamaban la atención en medio del paisaje adormilado. Sus cuatro ruedas de troncos de limoncillo giraban y giraban a buena velocidad mientras, para iluminar el camino, llevaba el camión sus lucecitas de cocuyo encendidas.

Todavía empañada, la mañana reposaba un rato más. Pero, pese a la tenue oscuridad, se podía leer el número de la placa del camión. Era un ocho cómodamente acostado. Así:

Y aquí la autora utiliza la ilustración como parte del texto, para explicar al lector gráficamente como era el "ocho cómodamente acostado" de la placa del camión.

Este cuento es un compendio de ternura, calidez lingüística, belleza expositiva y dinamismo narrativo, aunado a un lenguaje que yuxtapone el objetivo primario del relato, obviamente dirigido a los infantes, con la propuesta de mostrar al lector de cualquier condición valores que debemos frecuentar y resaltar, ideas que estamos llamados a defender y destinos a los cuales el ser humano debe aspirar. ¿Es un cuento infantil éste de la formidable escritora que es Lucía Amelia Cabral? Claro que sí. Ella es dueña de uno de los estilos mejor acabados de nuestra literatura infantil, a causa de su formación cultural y el manejo preciso de la lengua. Su relato se centra dentro de esta concepción dual, del escrito para infantes con un estilo adulto que no afecta la composición dirigida a la gente menuda, por el contrario la debe inspirar, con ayuda tutorial, a conocer mejor su lengua y a fomentar una imaginación saludable y enriquecedora.

Me detengo ahora en un autor prolífico, que habiéndose iniciado en otros géneros, terminó concentrando sus dotes narrativas en el mundo de los infantes. Me refiero al petromacorisano Miguel Phipps. Antes debo señalar que los libros infantiles de Phipps están siempre bellamente ilustrados, lo que es una materia que nunca debe ser desdeñada por los autores en esta rama literaria. Los hermanos Grimm no quisieron que se ilustraran sus relatos, hasta que se vieron obligados a que su hermano, que era grabadista, se encargara de dibujar los personajes de sus historias. Y así fue como conocimos como era Blancanieves, Pulgarcito, y Hansel y Gretel. Hans Christian Andersen no tuvo ilustradores al principio, pero hasta hoy son muchos los dibujantes que se han disputado las ilustraciones de sus cuentos. Lo que quiero dejar establecido es que la ilustración es parte fundamental e imprescindible de los relatos para infantes, porque contribuyen a acrecentar y enriquecer su imaginación. Seleccionamos "La abeja presumida" de Miguel Phipps. El texto se inicia de esta forma:

El aroma que emanaba de la flor invitaba a chupar el néctar. En sus pétalos rosados, trompa a trompa, se encontraron una abeja y un picaflor.

--No libes mi flor, le dijo la abeja con voz prepotente, que necesito el néctar para hacer la miel.

El picaflor no tomó en cuenta la petición fuera de tono y le expresó:

-No chuparé el jugo de la flor a cambio de que hagamos un pacto.

Que es lo primero que resalta en esta narración de Miguel Phipps: la sencillez del lenguaje que utiliza. El autor escarba en el lenguaje llano, directo, en ese lenguaje coloquial que puede resultar más comprensible al niño, y si continuamos en su lectura comprobaremos aún más esta apreciación. El relato es corto, y muy preciso en sus objetivos. La sencillez lingüística se mantiene todo el tiempo y el propósito es claramente entretener al niño, contarle una historia divertida y permitir que conozca aspectos no resaltados comúnmente en la cotidianidad. Otros relatos de Phipps mantienen este estilo, que ya le es característico, aunque en algunos el lenguaje se refuerza con algunos vocablos cultos.

Partiendo de Hans Christian Andersen y de los hermanos Grimm, y seleccionando a cuatro autores dominicanos de literatura infantil, he intentado demostrar cuán variada, ágil y libre es la creación de sueños para la gente menuda a través del estilo y la imaginación creadora de sus autores. No existe un canon para la literatura infantil, a menos que no sea el de las historias contadas con esmero en el manejo de la lengua y el de la forja de una sensibilidad estética. Se puede escribir un relato infantil con la prosodia y la belleza poética de Margarita Luciano; con la explicación detallada y radicalmente didáctica de César Sánchez Beras; con la destreza imaginativa y el lenguaje de ternura y belleza expositiva de Lucía Amelia Cabral; y con la sencillez y el lenguaje coloquial, directo y sin ruedos verbales, de Miguel Phipps. En todos los casos, la mesa de los sueños está bien servida. La gente menuda, con una buena orientación, sabrá apreciar los contenidos, elevar su imaginación, conocer mundos nuevos y disfrutar de los sueños de la realidad y de la fantasía que los habrá de convertir más tarde en hombres y mujeres con una mejor perspectiva de la vida y sus caminos.

www. jrlantigua.com

(Originalmente publicado en Diario Libre).

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