Presentación
del libro El abuelo Gastón en abril de 1965
(Serie Roja, Ediciones SM, 2015) de la autoría de Tony Raful, Museo de
las Casas Reales, 14 de mayo de 2015.
El abuelo
Gastón en abril de 1965: una madeja
muy bien trenzada
Por Farah
Hallal
Buenas
noches. Saludos especiales. Agradecimiento.
Hay
catorces de mayo y catorces de mayo. Este que nos abriga y casi se despide es
emblemático. Y la razón se encuentra en un fragmento del libro que nos reúne en
esta ocasión El abuelo de Gastón en abril
de 1965 de la autoría de nuestro Premio Nacional de Literatura (2014) Tony
Raful:
El 14 de
mayo de 1965, en las primeras horas de la mañana, llegó [Rafael Tomás] Fernández
Domínguez[1]
a la base de San Isidro e ingresó a la zona constitucionalista. Al recibirlo,
el presidente Caamaño se puso de pie y le dijo: “Rafaelito, eres tú el que debe
estar aquí y no yo, siéntate como presidente”. Fernández Domínguez no aceptó el
ofrecimiento y dijo que no había hecho nada por la revolución, que de ahora en
adelante él se ganaría los rangos en el combate. Eran dos gigantes del honor en
aquella mañana histórica del día 14.
(p. 65)
Así
que hoy se cumplen 50 años de la anhelada llegada al país del coronel Rafael
Tomás Fernández Domínguez y su inmediata integración en la línea constitucional
para morir con sólo 30 años el día 19 en el asalto al Palacio Nacional. Esta fecha conmemorativa como otras de este
2015 nos ha servido como nación para reflexionar sobre este hecho histórico que
marcó a toda una generación: hace unos días, en la Feria del libro, me encontré
con un amigo revolucionario y le vi llorar mientras navegaba en los recuerdos
del espíritu patriótico, solidario y cultural que hizo feliz una época de
sangre y pesar.
Para
estos 50 años de la Guerra de Abril es mucho lo que se ha debatido en los
medios. Se han llevado a cabo publicaciones y reediciones. Se han realizado
conversatorios. Pero ¿Y de hacerle digerir a los estudiantes estos hechos,
quién se acuerda?
Tony
Raful se acordó al escribir El abuelo de
Gastón en abril de 1965 y hoy lo tenemos en las manos gracias a la
arriesgada publicación de SM, que debo agregar siempre se arriesga
con temas vivos que tienen el poder de zanjar marcando un antes y un después en
el corazón de lectores jóvenes. Y Tony Raful lo hace escribiendo un texto emparentado
más con la historia novelada que con la novela histórica. Y esto es importante
resaltarlo porque no sólo lo hace y logra, sino que lo hace y logra de la mano
de la verdad y la sencillez en el contexto de un relato muy complejo.
La
verdad tiene su ciencia. Lo de la ciencia y la verdad hilvanado a un libro de
literatura infantil tiene esta noche gran significado: ¿por qué a mi juicio
este nuevo título se emparenta más con la historia novelada que con la novela
histórica? Sobre la propiedad en el uso de estos términos hay diferencias de
criterio. Valdrá la pena entonces, puesto que el sello El Barco de Vapor tiene
especial impacto en el entorno escolar, tomarnos el tiempo de andar por una
vereda en los campos de las definiciones.
Al
analizar las novelas históricas dominicanas, el historiador Frank Moya Pons se
detiene en este tema confesando, además, la falta de unicidad de criterio tanto
en el debate intelectual nacional como internacional. Luego de una rigurosa
reflexión, Moya Pons concluye:[2]
En la
novela histórica el lector sabe que la narración que lee es inventada, aunque
la época sea más o menos fielmente representada, y sabe que los hechos no
ocurrieron de la manera en que dice el autor, quien también lo sabe y quien,
además, no espera que el lector crea en que su narración es verdadera.
Con la
historia novelada no ocurre necesariamente esto. En ella el autor pretende
reconstruir imaginariamente la época, los personajes y los acontecimientos
utilizando su imaginación para completar informaciones que la documentación
disponible no proporciona o que la técnica historiográfica no permite
reconstruir de manera más o menos objetiva. En la historia novelada el autor pretende
que el lector crea que está escribiendo Historia, aunque su objetividad no
pueda ser garantizada.
Por
esto resalto que la verdad tiene su ciencia, su certeza indómita. En esta joya
de corte histórico, que transcurre dialogada y no confunde con dos complejas
líneas narrativas, el rigor histórico no permite -ni por un momento- que se
dude de la veracidad de los hechos, incluyendo los novelados que toman prestada
la seriedad de la narración paralela en torno a la guerra. Nombres o apodos que
rescatan héroes sin nombre propio, estampas, calles, hechos de transcendencia
que incluyen un valiosísimo ‘por qué de
su trascendencia’ hacen de esta obra un imprescindible acompañante en la mochila y corazón del estudiante.
No solo porque transmite una verdad objetiva, también porque lo hace
respondiendo a inquietudes no sólo del adolescente, sino de cualquier persona
sin la más mínima información que quiera realmente comprender qué sucedió de abril
a septiembre del año 65. Y eso, que incluye datos referenciales de más allá y
más acá.
Adentrarse
en esta lectura, de la mano del curioso Gastón y su abuelo, hará posible la
comprensión de una madeja de hechos que explicarán el presente e inducirá a
lectores jóvenes en el pensamiento científico y el pensamiento político.
¿Qué
falta en El abuelo de Gastón… que me
inclina hacia la historia novelada y no hacia la novela histórica? Falta fabulación.
Sobreestimación de las partes. Manipulación histórica. Imprecisión. Pues porque
sobra el rigor, la justicia, la precisión y una narración que −pese a
transparentar los claros principios del narrador y su identificación “de bando”−
no se contamina caricaturizando a los contrarios.
Lo
podemos apreciar, por ejemplo, en estos fragmentos desde la voz de un narrador que
estaba claramente en contra de la invasión norteamericana:
(…) Cuando el presidente Johnson se
enteró de que habían matado al coronel Fernández Domínguez, exclamó: “¡Oh Dios,
que no me digan que lo mataron balas nuestras!”.
–¿Cómo Abuelo, cómo así?
–Johnson no durmió la noche del 19 de
mayo de 1965. Eso lo escribió su mujer en un diario que llevaba, estaba
preocupado porque la muerte de Fernández Domínguez arruinaría la solución o
acuerdo de Puerto Rico. Johnson pidió una investigación sobre la muerte de
Fernández Domínguez y cuando le dijeron que había atacado a las tropas
norteamericanas, Johnson respondió que no era cierto, que Fernández Domínguez
había sido ametrallado por la espalda por balas norteamericanas y que las tropas
de Estados Unidos no debieron meterse en esa refriega entre dominicanos.
(pp. 68-69)
O más adelante cuando explica:
Si supieras, Gastón, que recién en nuestros días se ha venido
a saber que tanto el embajador Tapley Bennett como el teniente general Bruce
Palmer le mentían a Johnson.
(p.
69)
Aunque
confieso que me habría gustado conocer más sobre Gastón y su abuelo, es
innegable que una doble línea narrativa intensa podría confundir a los
destinatarios de esta obra recomendada para niñas y niños de 12 años en
adelante, que bien podría recomendarse abiertamente para niños y niñas de 12 a
99 años, pues El abuelo de Gastón en
abril de 1965 es un libro para todas las edades en el cual se narra con
pasión patriótica, por medio de la voz del abuelo, la memoria de un adolescente
que no participó en las luchas de sangre, pero que sí participó en las luchas
de vida: vio llorar a su madre el pesar de la guerra, vio sustituir en el cielo
sus chichiguas de colores por aviones de guerra, casi fue fusilado al ser
detenido y confundírsele con un diestro constitucionalista en el uso del
máuser. E aquí un fragmento de este testimonio que por creíble y sostenido
convence en todas sus líneas.
Mis
padres tenían un negocio comercial detrás de la línea de seguridad de los
norteamericanos. Una tarde, mientras yo caminaba rumbo al negocio, un soldado
agazapado en una esquina, con los ojos llenos de odio, me detuvo, me registró y
me hizo quitarme la camisa. Ellos obligaban a uno a quitarse la camisa para
verificar que no tuvieran algún “colorao” o mancha en el lado derecho del
hombro, lo que confirmaba que uno había disparado con el fusil máuser. Porque
el máuser, un arma muy popular en la guerra, tenía un gran alcance y un retroceso
en la culata, que al disparar, oprimía el hombro y dejaba una marca. Un mes
antes de abril de 1965, me caí de mi bicicleta bajando una cuesta y se me había
hecho una especie de marca precisamente en la parte derecha del hombro, que
todavía no había desaparecido y se notaba el rojo. Cuando el soldado vio eso,
me dijo, “camine por ahí”, rumbo a un puesto de soldados donde desaparecían a
los detenidos, sobre todo cuando comprobaba que tenían esa marca del fusil
máuser.
(p.55)
Y
si no hubiera sido porque el abuelo -aún adolescente- se escapa de la fila de
próximos fusilados, no habría contado al pequeño Gastón (ni a nosotros) sus
recuerdos de infancia. Una infancia que cambió los juguetes de guerra por la
guerra misma. La infancia de quien vivió dentro de la ciudad sitiada, pero
invencible, que se ganó en pocos meses el respeto del mundo.
Este
es un libro inspirado desde la convicción y no solo desde la convicción
patriótica, sino desde la convicción de la pureza: trata con el respeto que
merecen los caídos que nadie recuerda y dimensiona con la justicia que sólo
ofrece la virtud, los sacrificios que hicieran tantos héroes y heroínas de
todas las edades y condición social.
Para
quienes nacimos en la década del 70, no fue mucho lo que quedó de abril. Quizá para
mis hermanos y para mí, que fuimos acunados con “Francisco Alberto, caramba”,
fue una excepción. Mi hermano, Francisco Alberto, nacido justo en el año 1973,
rasgaba de niño una guitarra cantando su canción que luego cambió por otros
intereses, pero que en lo personal me han marcado de gran manera.
Sin
embargo, los libros de texto de la década de los 80 y principios de los 90 no
contaban mucho. ¡Qué decir de la literatura! Así que considero que este título
que integra la Línea Roja de El Barco de Vapor es un valioso aporte del autor
que inicia en los linderos de la Literatura Infantil y lo hace por la puerta
grande: la de quien no menosprecia la capacidad de los adolescentes para
conocer los hechos históricos de un modo impactante y visceral.
Pero
el libro es mucho más: ofrece pasajes de pura poesía, acerca a generaciones que
en la realidad social dominicana aparentan estar desconectadas, apela al
recurso de la oralidad, ofrece una imagen de un adolescente curioso sin
estereotipar un modelo porque la novela nace de la conversación y estimula la
conversación fomentando la investigación viva: aquella testimonial y admirable
que le da un toque mágico en una etapa tan efervescente: la adolescencia.
Para
finalizar recordaré un pasaje del libro que cuenta que Caamaño se dirige a un
hospital para verificar el estado de salud de uno de tantos niños heridos por
balas norteamericanas. El niño le recibe muy contento y le pregunta a Caamaño: “¿Dígame, coronel, estamos ganando la guerra?”. Pues la puesta en
circulación de El abuelo de Gastón en
abril de 1965 nos demuestra, y se lo digo a ese pequeño niño esté donde
esté, que sí, que estamos ganando la guerra. Este libro nos
demuestra que seguimos peleando desde la escuela, desde la cultura, desde la
memoria y no sólo desde las balas.
Muchas gracias
[1] “Fernández Domínguez pasó a ser el hombre militar d confianza del
profesor Juan Bosch en su gobierno de siete meses, fue sacado diplomáticamente
dl país, después del fatídico golpe de estado a Juan Bosch, conspiró a favor de
la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones, organizó los aprestos para la
revolución del año 1965, logró volver al país l 14 de mayo del 1965 y murió en
el intento de rescatar el palacio nacional a favor del pueblo el 19 de mayo del
1965, hacen hoy 49
años”. MATOS PEÑA, José Antonio. “Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez”.
Publicación digital de www.dominicano.com
d/f 20 de mayo de 2014. Consultado en: http://www.dominicanoahora.com/opinion/columnistas/28729-coronel-rafael-tomas-fernandez-dominguez.html
el 10 de mayo de 2015.
[2] PONS MOYA, Frank. “Novela histórica e historia novelada”, Sección
Lecturas, Diario Libre, 4 de julio de
2009, consultado el 12 de mayo de 2015 en: http://www.diariolibre.com/noticias/2009/07/04/i206150_novela-histrica-historia-novelada.html