domingo, 27 de junio de 2010

Mi compañero ideal, de Noris Decena

Anita tenía un lapicito que siempre la acompañaba en sus trabajos escolares.
Ella confiaba en él como si se tratara de un maestro que todo lo sabía.
Cada vez que lo tomaba en sus manos le surgían importantes ideas, y de inmediato las anotaba en una libretita.
Cuando había que preparar largos trabajos para la escuela Anita sólo acudía a sus apuntes.
Como paseaba mucho con sus padres, y ellos le explicaban todo lo que no conocía, su lapicito le servía para hacer anotaciones de lo que consideraba importante.
La niña había convertido a su lapicito en el Compañero Ideal.
Un día, a fines de septiembre, lo olvidó sobre la mesa cuando terminó la tarea.
Anita hacía un intenso repaso del curso anterior, como responsabilidad de inicio del año escolar.
Ella solía a trabajar en la mesa de la terraza, protegida por una espléndida vegetación.
El viento del otoño no respetó a su lapicito: arrastró a su Compañero Ideal.
El lapicito estaba fabricado con madera resistente, pero no tan fuerte como para carga el peso de la abuelita, mientras se balanceaba en su mecedora.
Cuando Anita, que jugaba en el jardín, corrió a buscar su lapicito, para anotar el día en que terminó de brotar un botón de rosa que observaba, se dirigió al lugar donde acostumbraba a guardar a su Compañero Ideal.
Su madre que llevaba una taza de té para la abuela, le dió la triste noticia!
Su lapicito estaba roto.
La niña quería y cuidaba mucho su lapicito. Se lo habían obsequiado en una visita que hizo a la fábrica de lápices, al igual que a cada uno de sus compañeros de clases que la acompañaban.
Recogió los pedazos...
La abuela no advirtió la tragedia que le había causado a su consentida nieta.
Anita la miró, después de recoger los pedacitos... Y corrió, como a buscar consuelo ante su pérdida.
No pudo impedir las lágrimas.
Mientras, recordaba con mucha tristeza todo el tiempo que su lapicito la acompañó.
-¡Cuánto me ayudaste!
¡Eres mi gran compañero!
¡No te puedo perder!
Anita continuaba llorando, pero ya buscando la forma de rehabilitar su lápicito.
-¡Quedarás rehabilitado!
Pero ya no podré usarte por mucho tiempo.
Otro lápiz tendrá que acompañarme.
¡Perdónala, mi buen compañero! Abuelita no te vio, eres pequeño mi buen lapicito.
Ella no sabía que yo olvidé guardarte en el estuche.
Anita no podía evitar la tristeza aunque comprendió las circunstancias en la que se había roto su Compañero Ideal.
¡No lograba consolarse!
Si ella -la abuela- te hubiera visto, seguro que te protege. ¡Yo lo sé! Pero me duele mucho que estés roto, Me había acostumbrado a ti. ¡Cuánto me acompañaste!
No te voy a abandonar, me serviste con mucho amor, y yo te ví fabricar.
¿Sabes? Fuiste el primero que salió de la máquina cuando llegamos. Contigo anoté todo el proceso de fabricación de los lápices, cuando los fabricantes nos dieron la explicación.
Vas a quedar como nuevo, el aserrín se obtiene de la madera como tú, que te fabricaron con ella.
¡Quedarás muy bien, mi buen lapicito!
Yo te sabré cuidar y proteger como lo que eres: ¡Mi Compañero Ideal!
¡Lo logré! ¡Lo logré! ¡Lo logreeeeeeee!


Noris Decena, dominicana, publicó esta obra en 1990 e incluye dibujos para colorear.

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